jueves, 18 de septiembre de 2008

DIOS Y LA FORTUNA




Esta noche he soñado que era Dios.

El universo era un tragaperras infinito. Todos los seres del universo rezaban y pedían cosas, incluso aquellos que no creían en mi. Los deseos infinitos eran las monedas para el tragaperras. Las condiciones del universo cambiaban en función de los deseos y las circunstancias naturales. Yo tenía que mantener el equilibrio entre todas las combinaciones posibles y ajustaba la inmensa maquina tirando una y otra vez de su erecta palanca. Cada segundo llegaban millones de deseos pero para mi ese tiempo era una eternidad. Me daba tiempo para cumplir todos los deseos y destruir el universo... aquello era tan agotador.

Me desperté empapado en sudor. Tenía fiebre. Fui hasta la nevera, abrí un brick de vino y volví al sofá del salón. El sofá olía fatal. Busqué algún paracetamol o aspirina por los cajones de los muebles del salón. Al final me dí una hostia en la cabeza con un cajon abierto al incorporarme. Juré en arameo un rato, volví a buscar pero no encontré nada así que al final me bebí medio brick del peor vino del mundo sentado en el suelo y volví a arrastrarme hasta el apestoso sofá y me dormí. Volví a soñar. Esta vez acompañé a los Rolling Stones en su nueva gira alrededor de Marte como técnico de sonido. La humanidad había desaparecido así que a sus conciertos ya solo asistían robots controlados por Google. Solo los Rollings podían pagar la vida eterna. Mick me decía que me quedaba poco tiempo y que mi madre me había escrito una carta...

Me desperté a las 10 con la sensación de haber mascado mierda de gato y un dolor de garganta de cagarse. Llamé a mi jefe pero tenía el móvil fuera de cobertura.

1 comentario:

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